jueves, 21 de mayo de 2009

Pentecostés


el sol partido en dos fosforescente

en la noche de juerga en la penumbra

dos horas más y

el aullido se siente a lo lejos

entre el silencio infame de carácter

no se oye nada más que besos sueltos

lápices gastados y grillos

se siente un manjar exquisito en la boca

y la lengua que quema en su herida de sal

las llamas nos queman la cabeza estrecha de pensamientos

de sentido común y de lógica

el cerebro hierve con el fuego y sale a la luz

un fénix glorioso de aliento

entra en nuestros pechos

en la sangre negra

las lágrimas van mojando las mejillas

los cuerpos ya no son puros

ya olimos el aire insano

entre humo y hierba

se despiertan los ojos y todo es oscuro

las manos rojas de delitos

los delitos de ideas erróneas

de fingidas inspiraciones

entre habitaciones lujuriosas

y creencias en un mísero más allá


el poeta sigue muerto en la mesa

y el silencio decae

sentados en el suelo acurrucados

vociferando un mínimo:

¿quién nos salvará?

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